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1. Orando

«Es necesario convencerse de que las vocaciones son el don inestimable de Dios a una comunidad en oración. El Señor Jesús nos ha dado ejemplo cuando llamó a los Apóstoles (cf. Lc 6, 12) y ha mandado expresamente rogar «al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9, 38; Lc 10, 2)»

Para esta intención debemos orar todos, debemos orar siempre y debemos unir a la oración la colaboración activa. La Eucaristía, fuente, centro y culmen de la vida cristiana, sea el centro vital de la comunidad que ruega por las vocaciones.

─ Juan Pablo II, 6 de enero de 1986

2. Promocionando

«No es suficiente un anuncio genérico de la vocación para que surjan vocaciones consagradas […] El diálogo de Jesús con los jóvenes se concluye con una invitación explícita a su seguimiento: desde una vida según los mandamientos, a la aspiración a «algo más», mediante el servicio sacerdotal o la vida consagrada (cf. n. 8).

Os exhorto, por tanto, a hacer actuales para el mundo de hoy las llamadas del Salvador, pasando de una pastoral de espera a una pastoral de propuesta. Esto vale no sólo para los sacerdotes con cura de almas, para las personas consagradas y para los responsables de las vocaciones a todo nivel, sino también para los padres de familia, los catequistas y los demás educadores de la fe»

─ Juan Pablo II, 6 de enero de 1986

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